Muchas veces nos hemos planteado esta pregunta de tres palabras muy simples, quiero cambiar mi vida, pero es algo
que se dice muy fácil pero que de hacer es un poco más complejo.
El tener este deseo o querer cambiar nuestras vidas, es un derecho muy legítimo
que tenemos como seres humanos, ese derecho de sentir que muchas veces nuestros moldes se
vencen, que el camino nos va dejando un mal sabor, que las perspectivas no son
las adecuadas o las que esperábamos, por lo que podemos llegar a necesitar de
manera urgente un cambio. Pero el problema radica cuando nos vamos al cómo, y a
las consecuencias que esta pueden traer a nuestras vidas, entonces nuestro
pasado y heridas comienzan a reaparecer
y a mostrarse, en formas como el terror
a que me dejen de amar: -“¿Qué dirán de mí?, es capaz que me dejan, no lo van a
entender, tengo que hacerlo de tal forma que nadie lo note”. Expresiones como
éstas se sientan en nuestra mesa y no nos dan respiro para tomar la decisión de
cambio, que como cualquier otra, entraña riesgos Es en esta parte donde posponemos,
y nos separamos de nosotros, viendo y
deseando que sea nuestra propia vida la
que tome el mando o el control del
proceso, y trayendo como consecuencia que todo lo que posponemos en este
proceso, se llena de presión, y explota o aun peor implota en nuestro interior
Tenemos que tener muy en cuenta
algo cuando nos desconectamos, cuando
nuestro entorno, y ese deseo de: “Querer
ser siempre buenos”, nos arrincona y nos
lanza a buscar, en forma desesperada, un
término muy manejable que se llama armonía.
Entendiéndola como aquel estado donde todo está estático, muerto. Así, deseamos
que las relaciones de mayor importancia
anden dentro de una esfera de: “Ni un sí ni un no”, que nuestro mando esté: “Estable”, que nuestras labores permanezca:
“Intactas ”, que las personas puedan comentar
algo siempre bien de uno , diciendo:
-“Ay, linda ella o él, siempre igual: con risa, con amabilidad ,con tolerancia ”. Todo lo anterior
sugiere que algo se congeló, que se inmutó y en esos patrones queremos
encontrar la armonía.
Lo que real mente es la Armonía que es un estado que nace de dos fuerzas opuestas, es como en la física que dice que los polos
opuesto se atraen en muchos caso la armonía está en el centro de dos polos dos
fuerzas opuestas, cuando tomamos conciencia de las partes sombrías que habitan
tras esas intenciones de: quiéranme, considérenme, devuélvanme, hablen bien de
mí; debemos reconocer que el opuesto también habita en mí. Cuando descubrimos a
alguien bueno, es necesario preguntarse ¿Y el malo de él, dónde lo esconde?, y
casi siempre nos lo tragamos y por eso, es frecuente encontrarnos con seres
supuestamente maravillosos que se alimentan mal, viven en una sorda soledad
interna, no descansan, no se esparcen, y normalmente les explota el corazón en
un grito de vida. Por eso, y lamentablemente luego de una terapia intensiva,
seguro hay un cambio estructural de vida, pero la pregunta es: ¿Y hay que
llegar a allí?
Una de las cosas que debemos hacer
para cambiar es responsabilizarnos esto significa empoderarnos frente al cambio. Es la habilidad de dar
respuesta a los eventos que ocurren a nuestro alrededor con la suficiente
capacidad de autoliderazgo, lo que permite superar las adversidades. Debemos
tener claro que somos persona
responsable de nuestras decisiones.
Como conclusión podemos destacar la idea de que para cambiar hay que
aprender a tomar decisiones, aceptar compromisos y aceptar la idea de que es
mejor desprendernos de ciertos elementos de nuestro día a día.
De esa forma el desarrollo personal se realizará de manera eficaz y
no se producirán retrocesos desmotivadores y frustrantes.