En esta época o mundo en
el cual vivimos hoy en día de valores
invertidos, el ser blando y permisivo pareciera que es bien visto y, seguramente,
más digerible por todos. Lo que no nos damos cuenta el gran precio que se paga
con este comportamiento, que, casi siempre, nos da la espalda, haciendo que los
demás, apoyados en estas cualidades, se sientan relajados y pasen de largo
nuestra propia valía, dando por sentado que, ante cualquier abuso, descuido, o
irregularidad, sacaremos nuestra careta de comprensivos, y diremos expresiones
como: “No se preocupen, yo sé cómo es esto, no importa”. Los demás respirarán
hondo y dirán: “Menos mal que este tonto tiene tiempo y energía que perder”, por
supuesto, envuelto en un educadísimo lugar común como: “Gracias por su
comprensión y su paciencia”.
Con esto, no es mi intención estimular a los “Quejones
crónicos”, sino que debemos tomar en
cuenta que cuando no nos cuidamos, cuando no estamos en alerta con nosotros
mismos, dejamos que la parte depredadora de los otros se active, y nos
encontramos quedando muy bien con el mundo, y pésimamente con nosotros mismos.
Es
importante recordar que en cada ser humano habita un depredador al acecho y que
está dispuesto a agarrar su presa y no soltarla. Si no me creen, o piensan que
esto es muy cruel, vean el comportamiento de un bebé, tras la debilidad de la
madre, o de un enamorado, enganchado en la debilidad del otro o, de un jefe que
sabe que puede humillar a un empleado por la debilidad de éste ante sus
urgencias económicas, etc.
Lo
importante de cuidarse es mantenerte alerta contigo, respetándote y exigiendo
respeto, diciéndole al mundo: “Puedo ser chévere y comprensivo, sólo si antes
tú eres comprensivo y chévere conmigo”.
En
las relaciones esto es clave y el principio para establecer los límites. Si lo
llevamos a una imagen, sería como saber que en el jardín de mi vecino merodea un perro muy bravo,
pero a la vez muy fiel a él, por lo tanto, para ir a esa casa, debo comenzar
por tocar el timbre, esperar que abran y que le den la respectiva orden al can
para que no me ataque. Ese respeto del orden y los límites de cada quien
permitirá que un país, una comunidad y un individuo permanezcan apegados a sí y
no paguen el alto precio de traicionarse a cuenta de ser chéveres, se trate