Cuando en un recipiente o
charco de agua no tiene desagüe o no existe
la posibilidad de un movimiento real, se convierte en un subsistema
biológico y comienza a brotar vida en sí
mismo, producto de los elementos externos que le rodean, atraídos por esta agua
estancada.
Esta
expresión podría servirnos mucho en la
vida. Nuestra necesidad cultural de estabilidad, seguridad y poder estimulan en
cada uno la fantasía inconsciente de parálisis y de inmovilidad. Soñamos con
eternizar los momentos: que nuestros hijos no crezcan, que nuestras parejas no
cambien, que nuestras alegrías se eternicen y que nuestros cuerpos se mantengan
perfectamente sanos, flexibles y llenos de energía.
Cuando nos dejamos a nosotros mismos de lado, llámese perder el
contacto con lo real, lo humano, lo importante en nosotros, somos presa fácil e
inocente de esta fantasía y, por ende, de sus consecuentes depredadores. Con
esto no me opongo a la idea de que los cuerpos no se deterioren, las parejas no
se fracturen, ni que lo que amamos no nos dé la espalda; pero todos estos
deseos deben estar acompañados de las nociones reales de cambio, crisis, caos,
desilusión, dolor, rabia, miedo, contradicción, etc. De lo contrario, estamos condenados
a caminar, ausentes de nosotros, dejando que el mundo de afuera cree vida en
nuestro charco.
Un
ser consiente siempre vigila muy de cerca a su más natural y terrible enemigo:
la comodidad, y esto poco se refiere a la confortabilidad y practicidad, sino a
evitar que el transcurrir de la vida duela, hiera, nos haga padecer, ignorando
que todo esto, al ser la sombra del bienestar, la sanidad, el disfrute, forma
parte de lo mismo y es inherente a vivir, relacionarse o crecer.
La rutina también es un poderoso aliado del que se debe cuidar
para no sumergirnos en el estancamiento, pues damos los mismo pasos, decimos
las mismas cosas, hacemos siempre lo mismo, nos hemos acostumbrado tanto, que
no nos damos cuenta, que somos una constante repetición. Muchas veces la rutina nos trae un estado de
comodidad ficticia, esa comodidad o ese estado que no te permite cambiar innovar,
ya que en esta situación es indispensable reconocer que para obtener un
crecimiento personal es necesario estar en movimiento, abrirnos al cambio, y así
podremos sobrellevar las dificultades y los problemas al no depender de esa
comodidad, tenemos la capacidad de levantarnos, de las caídas, y salir de esa
quietud que no nos permite crecer y nos deja en un estado de estancamiento como
el agua en un charco sin movimiento, y a merced de elementos externos que en
vez de ayudar nos anulan y nos empequeñecen aun mas
Creemos y vivimos con la idea o la fantasía de que una buena vida es donde no
suceda nada donde todo es igual siempre donde los cambios quizás no son
permitidos ya que pueden traer la
posibilidad de que debamos dejar ese estado de confort o tengamos que movernos.
¡Cuidado! eso puede ni siquiera ser vida.