Estamos
acostumbrados a recibir y a dar castigos más que caricias, al maltrato más que
el buen trato. Cuando vamos a cualquier sitio de atención al público esperamos
ser mal servidos, y desconfiamos o nos burlamos si nos tratan bien. Cierta vez
alguien comentó de un mesonero – Ese tipo parece raro-, porque era muy amable,
todo un caballero. Es más fácil reclamar que felicitar: -Esta sopa te quedó
horrible-, protesta el esposo, pero cuando está deliciosa no dice – Mi amor, te
felicito-… simplemente se la toma. Si le falta un botón a la camisa pone el
grito en el cielo y si los tiene completos calla, se viste y se larga. Nuestro
corazón está más acostumbrado para recibir críticas o desprecios que para las
alabanzas o piropos.
Cuantos
seres queridos se nos van para siempre y nunca oyeron de nuestros labios un -Te
quiero-; No somos malos sino descuidados y olvidamos a la gente que queremos.
Muchas veces manifestamos amor cuando ya es tarde, cuando muere un ser que
apreciamos hacemos lo imposible por asistir a su funeral y no a su cumpleaños.
El corazón
humano está hecho para dar y recibir amor, no para odiar ni recibir desprecios.
Por eso hay que prepararlo, entrenarlo para el bien. Se aprende a nadar
moviendo los brazos y las piernas dentro del agua, el amor se logra amando
dentro de uno mismo, con acciones, no hay otra forma. El amor que das a los
demás debe comenzar en ti, pasar por los otros y volver a ti. Jesucristo dice-
Ama a tu prójimo como a ti mismo- (Mt.22, 39).
La única
forma de que una lámpara alumbre en la obscuridad es que ella misma se ilumine
para que todas las cosas adquieran luz. Así, el que quiera amar que se encienda
de amor, que se ame a sí mismo para que brille.
Amar es como
el vuelo hermoso de las aves y ser amado es como el viento que sostiene sus
alas desplegadas en ritmos de libertad. El que no comparte amor es como el
pájaro que se remonta ágilmente en las alturas sin dejarnos escuchar su bello
canto, esto es egoísmo. Es como una fiera que ataca al sentirse herida y se
niega a ser salvada, y esto es orgullo, cree bastarse a sí misma. Por eso quien
no se ama no puede dar amor, ni recibirlo, porque el amor es una experiencia interna.
¡Qué bonito
es abrazar al ser querido!
¡Que bonitos
es pedir una caricia y recibirla!
Ponemos
muchas barreras para el amor: El carácter, la educación recibida, falsas
creencias, ideologías, conceptos propios de vida, formas hirientes de decir las
cosas, el modo de tratar a los demás y muchas otras que inventamos. ¿Qué es lo
que te impide que ames y que seas amado? Simplemente ama y déjate querer.
Prepara tu
corazón para que seas amado para que te amen, no pongas tantas barreras. La mejor forma de que a uno
lo amen es dando amor. El amor que uno da es el mismo que recibe.
¡Arriésgate da
amor!