Abrirse a los demás es arriesgarse, pues
nos exponemos a perder la imagen, la admiración y el prestigio, pero también podemos
obtener una enorme ganacia como la verdadera amistad, el amor y el respeto, no
se debe mal entender lo que constituye abrir el corazón a otra persona, pues
existen muchas personas que son sociables por naturaleza y que en un par de
minutos pueden contar su vida sin tapujos, pero esta clase de personas no
necesariamente se abren a los demás, de hecho su locuacidad puede servir a
segundas intenciones que son disimuladas precisamente con su don de gentes, El carácter
sociable eso si puede crear las condiciones favorables para la franqueza pero
la voluntad casi siempre está excluida de este tipo de predisposición; no
obstante independientemente de si se es una persona extrovertida o introvertida.
Debemos preocuparnos por constituir las condiciones mas o menos favorables para
abrirnos a los demás aun cuando hayamos pasado por experiencias que nos hayan
limitad, esa experiencia inicial que desarrollamos en la infancia además del carácter
con el que nacimos y si llegamos a sufrir de traiciones y decepciones de alguna
clase debemos examinarnos retrospectivamente aun cuando nos duela contemplar
los errores del pasado, las desgracias y los menosprecios, es necesario acudir
a las causas originales por las que nos encerrados en nosotros mismos, debemos
dedicarnos un rato a considerar las causas de nuestra actual reticencia y
escuchar nuestra voz interior.
Por otro lado nos guste o no somos
personas sociables, imposibilitados para dejar de vivir en compañía, ningún humano
es una isla, y aun aquellos que aparentan no tener necesidad de nadie. Si
levantamos una fachada no seremos
aceptados y estimados sino por esa fachada, en el fondo debemos reconocer que
la aceptación y la resonancia positiva de la fachada no es enteramente
verdadera, pues solo forma una parte, de nosotros y debemos abrirnos para
dejarnos ver sinceramente.
Después de aceptar que abrirnos a los demás
puede ayudarnos, debemos determinar a que aplicar esta franqueza como en el
caso de la imagen y el instinto de conservación, ya que la mayoría de nosotros nos
escondemos tras una imagen, siempre nos tratamos de presentar bajo la luz que más
nos favorezca y tratamos de ocultar nuestro lado menos atractivo, bien sea que
queramos parecer más joviales, de mejor humor, más seguros, cuanto más falta la
confianza en uno mismo más procuramos escondernos y ocultar nuestros defectos o
lo que consideramos tales; pero todos tenemos nuestro lado brillante así como nuestras
debilidades; ahora bien, abrirse a los demás no quiere decir el lanzarse de
forma temeraria, pues no se puede esperar de nadie una franqueza total de la
noche a la mañana; pero podemos empezar paso a paso, de forma progresiva y
gradual, de forma selectiva si se quiere, eligiendo cuando, con quien y la
forma de hacerlo, una regla de prudencia se aplica sobre todo si está en juego
el amor propio, de hecho hay una regla aplicable a la franqueza y es que a
mayor proximidad con el interlocutor, más abiertamente podemos exponer nuestros
corazones y mostrar nuestros sentimientos, mientras que a menor confianza, se
debe tener mayor objetividad en el trato, pero esto tampoco significa que
debemos ocultarnos, solo debemos saber cómo y cuándo expresarnos, en todo caso
debemos decidirnos y ser activos con la franqueza; no se trata solamente de un
efecto unilateral, pues la apertura con los demás pone en marcha un efecto
mutuo de correspondencia recíproca.
