Tal vez alguno
de los lectores en alguna ocasión por curiosidad, capricho o por simple necesidad
practica se ha puesto a mover la antena de una televisión o la de un radio y ha
comprobado que estos movimientos modifican, mejoran o empeoran, o bien la
imagen o bien el sonido del artefacto, tal vez alguno ha llegado a quitar la
antena y a colocar un dedo en el sitio donde debería estar la antena, sino ha
sido así, tal vez deberían comprobarlo; lo que sucede cuando hacemos esto es
que tanto la imagen de la tv, como el sonido de la radio mejoran radicalmente,
la comprensión de lo extraordinario que representa este experimento nos pueden
llevar a vislumbrar lo que somos capaces de percibir y no solo conscientemente
a través de la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto sino a través de
nuestra mente; hay algo en nuestra constitución que nos hace parecidos a las
antenas de televisión capaces de ser receptores de información invisible y
captar señales transmitidas a través del tiempo y del espacio. Ahora bien,
podemos cuestionarnos de la misma manera si un campo similar a las que forman
las ondas del sonido, de la radio y de la televisión se puede generar en
nuestro interior, si algo en nuestros propios pensamientos llegan a transmitir
constantemente de una forma no muy distinta a la de un canal de televisión; en
este caso, el ruido de una persona constituye la señal percibida por otro.
Somos muy capaces
de transmitir energía, magnética, electroestática, calor y hasta luz, todo
tejido vivo posee una carga eléctrica y cada movimiento que hacemos es sentido y
percibido por la gente que nos rodea, algunas personas pueden sentir cargas
negativas o positivas más poderosas que otras, se puede ver que la intención
puede utilizarse para controlar los procesos corporales e incluso las
enfermedades que ponen en peligro nuestras vidas, pero una interrogante se
presenta frente al poder de la intención de nuestros pensamientos sobre los
demás, ¿Pueden ser estos ser tan potentes como los pensamientos sobre nosotros
mismos? siendo esto así cabe preguntarse si es posible que la energía del
pensamiento tuviese el mismo efecto que la del movimiento realizado fuera del
propio cuerpo del pensador, pueden también los pensamientos crear una relación
con quienes nos rodean, y la respuesta es “claro que sí”, cada intención hacia
otra persona podría tener su propia contrapartida física que sería registrada
por su receptor, todos los humanos somos receptores y emisores de señales cuánticas,
nuestras intenciones pueden producir cambios muy reales en el universo físico pudiendo
llegar a cambiar su estructura, podemos mejorar y hasta curar a otros tan solo
con nuestras buenas intenciones, eres además de una antena receptora un emisor
de pensamientos y energías que puede cambiar el universo que te rodea; tu
decides si para bien o para mal.